jueves, 16 de abril de 2009

doris salcedo shibboleth
ES ENEMIGA de la figuración, de dar entrevistas. Sus obras hablan por ella pero no sólo por ella, sino por los que no tienen voz, por los segregados en razón de su raza, religión o género, por las víctimas de la violencia, de todo tipo de violencias.
Considerada entre los escultores contemporáneos más importantes por su sensibilidad hacia el espacio arquitectónico y al mismo tiempo por su atención a los detalles, este año fue invitada -es la primera latinoamericana- a exponer en el Turbine Hall de la Tate Modern de Londres, la Meca del arte actual. Lo hizo con Shibboleth, en alusión a un pasaje del Antiguo Testamento según el cual al término de una batalla, los vencedores identificaban a los vencidos porque no podían pronunciar bien esa palabra y los degollaban. Se trata de una grieta, una herida, un espacio negativo que comienza leve a la entrada de la galería y se prolonga de un lado a otro del salón ensanchándose y penetrando en el cemento de manera caprichosa como si fuera el resultado de un terremoto.
Un espacio de contemplación donde, dice Salcedo, "la vida truncada de la víctima de la violencia, presente en la obra, se conecta con los recuerdos de dolor inscritos en la memoria de cada espectador". Una propuesta estética en estrecha relación con la ética y la política que dejará huella en el arte actual.

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